El oficio tradicional del organillero-chinchinero es, en primer lugar, un patrimonio cultural de quienes cultivan y trabajan el oficio, con estricto apego a la tradición que se ha forjado en Chile. En la mayoría de los casos estos cultores han heredado el oficio de sus familiares, registrándose casos de familias de tres y hasta cuatro generaciones vivas en el cultivo del oficio. No obstante, hay quienes han comenzado más recientemente que sin tener lazos consanguíneos con antiguas familias de organilleros, han aprendido de ellos el oficio mediante una enseñanza generosa y solidaria, en que el móvil principal es formar nuevos cultores para que la actividad no desaparezca. Lo que se reconoce como patrimonio entonces, no es necesariamente el hecho de pertenecer a una familia, sino la forma de trabajar, pues es eso lo que define el estilo de vida y la forma no apatronada de ganarse la vida.
Por lo anterior, un organillero chileno es aquel que trabaja de acuerdo a la tradición que se desarrolló en Chile. Y esta tradición, que es distinta de las tradiciones de organilleros de otras latitudes, consiste en el dominio de un conjunto de destrezas y habilidades que son condición del oficio en Chile. Éstas son:
a) Trabajar con el organillo realizando recorridos cotidianos por plazas, calles, paseos, balnearios, poblaciones y eventos, como la actividad económica central del sustento familiar.
b) Trabajar usando organillos genuinos de cilindro, propios de los formatos ítalo-germánicos que han dominado el escenario urbano de Chile central desde fines del siglo XIX (harmonipan en todos sus formatos conocidos, violinopan, clariton, trompette).
c) Dominar el arte del adiestramiento de loros para sacar y vender papeles de la suerte
d) Trabajar con loros adiestrados para sacar la suerte
e) Dominar las técnicas manuales para la confección de juguetes artesanales
f) Vender juguetes artesanales durante los recorridos y jornadas laborales
g) Trabajar tocando organillo para acompañar la danza del chinchinero.
Desde un plano social, este oficio también es patrimonio porque es una sobrevivencia de una actividad alguna vez globalizada, que durante el siglo XX desapareció casi en todo el mundo. Esta sobrevivencia es expresión de la voluntad de los organilleros por conservar oficio, su estilo de vida y mantener vivo el interés del público que constituye la audiencia leal sin la cual el oficio, en cuanto práctica laboral, no existiría.
Por lo anterior, no cualquier práctica que incluya un organillo integra este patrimonio, sino aquello que históricamente ha pertenecido a esta tradicional actividad y forma de economía familiar. Por lo anterior se considera que el chinchinero que baila al ritmo de la música del organillo es también parte de este oficio, dado que históricamente está demostrado que organillero y chinchinero han sido un dúo inseparable por casi un siglo, conservando viva una destacable tradición del arte callejero. Este caso es homologable al juguetero que en Chile ha existido vendiendo juguetes en plazas y parques. Este juguetero no es parte de la tradición organillera nacional, sino solo lo es el organillero vendiendo juguetes artesanales.
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