Desde el cierre de las minas de carbón en 1997, Lota ha venido experimentado un difícil proceso de reconversión laboral y productiva. Estos últimos diez años no han sido los mejores para su gente, pues no se han cumplido las promesas con que se negoció el fin del que fuera el principal sector productivo de la ciudad desde 1852. Paralelamente a las políticas gubernamentales que han buscado, sin mucho éxito, enmendar esta situación, se han desarrollado también un conjunto de iniciativas que intentan aprovechar el enorme potencial cultural y turístico de la zona. En este sentido se enmarca la reciente campaña de promover su patrimonio urbano y arquitectónico para la obtención del reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural Mundial de la Humanidad.
Debido a esto último, Lota se ha convertido en uno de los centros de operación de un conjunto de políticas que podríamos designar como políticas patrimoniales, y que no tienen más de una década en nuestro país. Estas políticas responden a un intento de promover el resguardo de la identidad y la diversidad cultural nacional, actuando en concordancia con las políticas que a nivel mundial lleva a cabo Unesco.
Teniendo en cuenta esos antecedentes, este trabajo buscó ahondar en las implicancias que ha tenido el funcionamiento de las políticas patrimoniales en la ciudad de Lota y en su cultura, considerando para este fin la única visión capaz de dar cuenta del patrimonio cultural de la ciudad: la de sus habitantes. Esta investigación se desarrolló entre marzo de 2006 y enero de 2007, contando en un comienzo con el apoyo del Museo de Historia Natural de Concepción y, posteriormente, de forma incondicional, del Centro Cultural Comunitario Pabellón 83 y cada una de las personas que ahí trabajaron durante ese periodo.
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